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Osvaldo L Conde







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miércoles, 30 de junio de 2010

Cuando los poderes se alían no hay prensa, hay mercado

Cuando los poderes se alían no hay prensa, hay mercado
Por Osvaldo L. Conde


Como parte de la bibliografía del Curso sobre “Comunicación Política; Nacional y Popular”, les enviamos un enfoque inspirado en nuestra propia y contemporánea situación socio-política, que en nuestra humilde opinión construyeron los capitales concentrados pagando cifras siderales a los medios monopólicos para que oficiaran de “brazo ejecutor” de un crimen concreto contra el pueblo de la Nación. Desinformarlo.

La crítica a la prensa debe ser abarcativa y no sesgada por intereses propios. Desde siempre las democracias propiciaron que las instituciones (los partidos políticos lo son), se vinculen con la prensa de modo complementario. Es la manera como llega, uno y otro, a reconocer la condición, la acción y los códigos mutuos

Desde los medios de comunicación, el lugar menos esperado para ello, se atenta contra la construcción de la democracia argentina. Surge entonces una pregunta: ¿Cómo llegó hoy la prensa a ser juez y, no parte, de la lid política nacional?

La respuesta en palabras sintéticas es: El maridaje de la prensa con el poder político fue, desde Aramburu-Rojas para acá, una unión por conveniencia, en la que coincidieron en temerse respectivamente pero por espanto y no por lealtad. Será la década de los 90 el tiempo en que, esta prostibularia relación, produzca la mayor sinergia negativa de la que el periodismo tenga memoria.

Con todo lo dicho, sin embargo, no es sabio dejar de reconocer algunas virtudes que tiene la relación prensa-poder político contemporáneo; virtudes que, otros intereses políticos o la ignorancia de este oficio, coloca en la canasta de la “ropa sucia” pero, en realidad, es tan limpia como cualquier otra práctica ética de la comunicación. Veamos primero esta improcedente acusación, mas tarde, las que si son prendas llenas de moho.


La prensa debe actuar como contrapoder. (Nadie debe ofenderse por
ello, sino alentarlo)

Uno de los principales roles de los medios de comunicación, es alentar sin pausa el sistema democrático, para ello debe ejercer su propio poder que, redundancia al canto, es controlar el poder; operar como una suerte de contrapoder. Dice Umberto Eco en sus “Cinco Escritos Morales”: “La función del cuarto poder es, sin duda, controlar y criticar a los otros tres poderes tradicionales, junto con el poder económico y el que representan los partidos y sindicatos”.


La prensa democrática es responsable de ocupar los espacios vacíos dejados por el poder (Según como se produzca, algunas prendas se notan limpias, pero en la canasta ya se mezclan las sucias)

En una democracia como la argentina, debilitada por los altos niveles de ineficiencia y descalificación que exhibieron, por décadas los tres poderes del Estado; los medios fueron ganando un rol interesante hasta que, rompieron, su propio límite. Esto sucedió cuando tan privilegiado lugar social, cierta y múltiple prensa lo utilizó, exclusivamente, como mercado

El ardid de los medios fue: provocar un desorden social que confundió a gran parte de sus destinatarios. Estrategia que no es común en las sociedades equilibradas entre el poder político y el de la prensa. Tampoco es, a lo que se refiere Eco, cuando le asigna la función del juez; el erudito italiano habla de la realización imparcial de este rol, no la parcial, motivada generalmente por omisiones o exageraciones a las cuales, este tipo de prensa, llama “noticia”

Sucede que la parcialidad de este juez corrupto, adhiere y no critica al poder económico concentrado. Sin embargo, una prensa democrática tampoco puede ser repelente al poder. En cualquiera de las dos falacias se denuncia a sí misma como parte interesada (juez y parte) entonces ya no es prensa, perdió el poder de orden moral que es contralor de los demás poderes.

Una de las peores consecuencias, de la manera de actuar, a la que nos tienen acostumbrados los medios monopólicos, es que terminan ocupando los espacios que dejaron vacíos las instituciones del Estado, en connivencia con gobernantes que, jamás respondieron sinceramente, a las demandas populares ni mostraron interés genuino por el sistema democrático. De allí, se origina la impunidad política; la que sería imposible sin la complicidad falaz de la prensa. Mas lentamente que, la velocidad delictiva, de la prensa monopólica, pero de forma constante, el pueblo percibe cada día más claramente que la voz de los periodistas aparece como inocua y sospechosa.

  
Se transforman en jueces y fiscales de la realidad. (Ya estamos en el interior profundo de la canasta de ropa sin lavar)

En esta situación, los medios, culminan por instaurarse ya no solo como jueces también como fiscales; la peor traición a la que está expuesta la justicia. Por ejemplo, el Poder Legislativo de los pasados gobiernos, no se destacó por expresar fielmente la voluntad popular, ni sus ediles usaban sus bancas para fortalecer la democracia nacional. A su vez, el Poder Ejecutivo, gobernaba por medio de la prebenda, amiguismo y presión económica contra el pueblo. Es decir, la ineficacia de un poder afecta necesariamente los otros del Estado. El cuarto poder, entra en concierto y aporta su mercantilismo para tranquilizar las inquietudes populares, adormecerlas e impedir su reacción. Era en este sentido que la prensa de entonces secundaba a Menem en su mayor falacia, aquella que nos depositaba e buenas a primeras en el primer mundo.

   
    A los medios, se les reclama idoneidad y estos responden como jueces y fiscales; es decir reemplazan la idoneidad por el autoritarismo. Lugar desde el cual crea tendencias y no trepidan en mentir con alevosía. Es, desde esa fatuidad, que se aprovechan para dictar condenas que van desde lo inmerecido a lo ruin.

   
La tendencia se acentuó en la década de los 90.

La forma falaz de ejercer la prensa su función, se acentuó en la década del
90, al compás del resquebrajamiento de la confianza popular en las instituciones donde ésta -la prensa- era un actor principal. Sin embargo,  todas ellas, comenzaron a ser cuestionadas y desacreditadas por conductas no representativas, sospechadas en lo moral y descubierta incapaz de realizar una gestión democráticamente coherente

En la “otra década infame” como llaman varios autores a los años 90, los medios de comunicación alcanzaron la categoría de semidioses logro que, por la época y las circunstancias vividas, más que un halago es un delito. Decir “lo dijo la radio”, “lo leí en el diario” o “lo vi por televisión” alcanzaba para despejar cualquier tipo de duda sobre la veracidad de una afirmación. Y era, en realidad, cuando la falsedad informativa estaba en su plenitud.

Por otra parte, también es honesto reconocer que, la influencia de los medios creció notablemente a partir de la derogación del famoso artículo 45 de la Ley de Radiodifusión; permitiendo de esa manera que se conformaran los Holdings de medios, todos con un discurso semejante entre ellos y que se difundía (en muchos casos la situación sigue igual) en gráfica, radio y televisivos.


Los medios como empresas que venden noticias.

Los medios de comunicación son también empresas que, como todo ente con fines de lucro, venden productos o servicios; esto no es lo reprochable. Lo que si y, en gran medida, es la decisión de los medios de acomodar su perfil a los vaivenes del poder político, económico y social en el que se desarrollan. 

Nunca elaboran los medios su estrategia sin tomar en cuenta, de manera central lo antedicho, entonces se acomoda la noticia a los intereses del poder y no –como lo indica el contrato social no escrito entre destinatarios y periodistas- al revés, es decir que la noticia critique los intereses espurios y reconozca los logros legítimos de los demás actores sociales, incluidos los poderes oficiales.


Los gobiernos como obsesión de crítica.

Lo que vivimos en los 90, fue la omisión desprejuiciada de la prensa sobre hechos aberrantes que llevaron al país al borde de una guerra civil. Ese estado caótico no solo multiplicó la venta de noticias. Sino que, terminó de edificar el pedestal de los medios quienes, de tan agasajados, comenzaron a autodenominarse “independientes”.

Como ofrenda de gratitud estos mismos medios, reconstruyeron en los 90,  al mas corrupto de los gobiernos de esa época (lo que no exime al que ejercieron De La Rúa, Duhalde y segundones); pero en menemato fue el paraíso de los monopolios mediáticos. A su titular le dieron el perfil de exitoso gestor de la prosperidad nacional. Matizaron la fábula con imágenes que mostraban a los funcionarios del poder político: ya vivillos, acullá donjuanescos, más acá deportistas. Siempre como personajes de inmenso poder adquisitivo que, por serlo, nos depositaría mágicamente en el “primer mundo”

Fue, la misma ola de falacias periodísticas, que explotó Durán Barba para promocionar su producto “El presidente de Boca”. Todo esto ocurría, mientras los auténticos poderosos, ocultos en las trastiendas, disfrutaban del crecimiento continuo de sus ya formidables fortunas. Brindaban a diestra y a diestra (jamás a siniestra) con champán y muzarela a la que llamaban "mozzarella" al mejor estilo de Silvio Berlusconi

Mientras tanto el pueblo trabajador, incluía a duras penas un menú cada día mas pobre en proteínas que,  quienes “se caían del sistema”, ni siquiera lograban. Como el poder adquisitivo de unos y otros, descendía escandalosamente, ese pueblo entendió que debía cuestionar la política nacional donde, sobreabundaba champán en las bodegas de los country y aniquilaba sus propias alacenas; sometiéndolo a la peor crisis en sesenta años de historia nacional. Una vez que, este pueblo, dio señales a través de sus reclamos y demandas de los derechos que le asisten; entonces la prensa varió el discurso político. 

Sonó la alarma en los poderes económicos concentrados, y rápidamente el periodismo mercachifle concurrió a recibir nuevas órdenes, se les dijo: Cuidado, el pueblo percibe que el “mensaje único” es solo la pretensión de maniatarlos. El señor “don dinero” arengaba a los escribas pagos: No solo se despiertan los grupos politizados y las elites “izquierdosas”, sino que, y era el motivo de su mayor inquietud, se manifiesta la disconformidad en la clase media. Las demás clases nunca inquietaron al poder económico. Con todo, el peligro mayor prevenía el empresariado superior, era que el gobierno se alejaba cada día un poco mas de sus fauces y, para colmo de males, se reunía, en la misma intensidad de cómo los abandonaba a ellos con otros gobiernos regionales, nacionales y populares.

Comenzaba para la prensa monopólica la debacle, se les vedaba el acceso a la Casa Rosada, a la Jefatura de Ministros, o la Presidencia de ambas cámaras... Después le cerraron sus puertas las universidades, los sindicatos, otras instituciones sociales...

La primera intención defensiva del Grupo Clarín, fue ablandar la crítica a esos gobiernos de sesgo popular, intentaron tapas y notas halagüeñas, pero nada daba resultado. Fue el momento en que encendieron la mecha del “Plan B”. Su primer paso fue, lo expresó Néstor Kirchner públicamente y jamás fue desmentido, el que dio su cabeza principal, Héctor Magnetto, quien le exigió al que, todavía era el primer mandatario, que no permitiera a su esposa, la actual presidenta, presentarse en las elecciones próximas.

Una vez rechazada la solicitud llena de soberbia y ridículo, este multimedios encaró la tarea de pactar con la oposición, actitud a la que se plegaron los otros Holdings que operan en el país pero, para sorpresa de muchos, también políticos emergidos del campo nacional y popular se alinearon con el poder concentrado. El pacto real fue con los partidos y alianzas, conformados por personajes harto experimentados en estrujar los bolsillos de los ancianos, los niños, los pobres y los marginales tiene -el presente es literal- como misión enriquecerse aún más; garantizando a los dueños de la tierra, de los laboratorios y de las multinacionales que su pingües y poco claras ganancias seguirían abundando.

Desde lo periodístico, el plan B, era crear una nueva fábula de las que allí nombran “noticia”, sustentada ahora por una furibunda crítica que, en sus primeras ediciones, lavó el cerebro de millones de argentinos.

Los multimedios y la oposición se mantenían fieles al único liderazgo al que jamás afectan, el económico. Los capitales concentrados les ordenaron, a unos y a otros, no descansar hasta destituir al actual gobierno. “La yegua no puede llegar al final de su mandato”, se decía en reuniones plagadas de perfumes importados con el que habían terminado su fino arreglo personal esos detestables personajes, muy bien ilustrados por la figura del buitre.  

La prensa, paralelamente, ejerció una de sus funciones preferidas, la de fiscal. En dicho rol encaró “investigaciones” como, las de un cierto vendedor de humo que, hubo de notar frente a su propia cara, como un periodista irreprochable se burlaba del calificativo “investigación” con el que presentaba –el todo terreno Majul- su best-seller. Con perfil mucho mas bajo, la misma historia se repite diariamente con firmas de otros dependientes de la prensa independiente

Denunciaron hechos ilícitos dictando, en más de una oportunidad, fuertes condenas sociales casi nunca comprobadas. Fueron más eficientes que la policía a la hora de buscar pistas en casos resonantes, esta carrera entre la policía y los medios, la gana siempre el que tiene mejor trato con el poder económico concentrado.

Un gran beneficio adquirido por los Holdings, en medio de tanta actual adversidad, es que ahora son homogéneos. Es más, alguno de los dueños de esos medios forman parte de los grandes capitales propietarios de todo y no meramente de los medios. Por otra parte, les es de gran satisfacción servir de modo exclusivo a sus patronos (mas que patrones porque a los patronos se le rinde culto...) 

Penitencia religiosa que, el sumo sacerdote Grondona, o antes el monje negro Neustdat, o los pésimos comentaristas (desde el manejo del idioma, el tono de la voz y el dramatismo tilingo a contenidos carentes de conocimientos específicos y alevosamente sensacionalistas) Bonelli y Silvestre que, junto a Morales Solá y otros clarinetistas, practican con una devoción tal que, grandes santos de la historia, jamás obtuvieron de sus feligreses. A la devoción le agregan gozo, mucho gozo; ese es invisible para los destinatarios, pues se produce en las tesorerías de empresas top de la Argentina que, como se sabe, se construyen en cuevas invisibles para el común de la gente.

Al mismo tiempo aprendieron teatro, los rictus mejor logrados son: La crispación, la palabra entrecortada por ¿el odio?, la admiración sobredimensionada de personajes jamás admirado ni pos sus familiares. Con este repertorio se establecieron como la caja de resonancia del mal humor y el descontento que, aseguran en cada función circense, tiene “toda la población”. Otras veces, el vestuarista los disfraza de heraldos del rey invasor, quien los envía a convertir –cual cruzados tan despiadados como serviles- las noticias falsas en verdaderas. Las verdaderas que le son inconvenientes al patrono en nulas y, las nulas, en mulas.  
    

La agenda política como producción.

Toda la parafernalia mediática dicha en el párrafo anterior, tiene como uno de sus grandes objetivos, no perder el protagonismo que significa “marcar la agenda política”. De forma rotunda y contundente los diarios, las radios y la televisión presionan para imponerle el ritmo al gobierno actual.

Precisamente, los temas críticos instalados desde los titulares de los diarios, los correspondientes “rebotes” en los programas radiales matutinos son aquellos que involucran al partido gobernante desde su cabeza hasta el último concejal comunitario. Los auspiciosos, siempre tendrán como actor-estrella, a alguien de la oposición. Como vemos, las maniobras no solo son nefastas, también son de una inmadurez tal que, hasta al ciudadano común le pasan desapercibidas, no por inocencia de este, sino a la manera de los papás del niño de dos o tres años cuando se toca el pito.

El otro asunto que los tenía (tiene) sumamente preocupados, fue el vuelco nacional producido a partir del 20 de diciembre de 2002. Momento cúlmine por la aplicación bestial de Cavallo llamada precisamente “corralito”. Entonces, desbordó el vaso de la bronca social que venía acumulando y masticando en silencio una franja de la sociedad que, en ese momento, decidió abandonar su parcimonia característica para tomar, en sus manos, el poder que hasta entonces ostentaban los medios de comunicación. Con esta actitud, la clase media dijo al unísono “no esperamos más que otros defiendan nuestros derechos” y le puso el cuerpo a la protesta avanzando al son de sus cacerolas.

     

El cuestionamiento fue una gran estocada a los medios monopólicos

En medio de esta ola de reclamos los medios de comunicación no quedaron exentos del cuestionamiento. Esta acción no fue caprichosa ni parte de una embestida indiscriminada, sino el resultado de una mirada más aguda del público hacia ellos.

Los lectores, televidentes, y oyentes comenzaron a reparar en una relación que, más allá de la virulencia de las posturas y declaraciones públicas, tenía algo de simbiosis. Se comenzó a notar que la prensa y, el poder de los 90, no eran necesariamente enemigos. O, que quizás podían serlo hoy, pero no tanto mañana. O también que podían serlo algunos sí y otros no. Y fue, precisamente esto, lo que quedó en evidencia para el receptor atento.

El despertar popular signó, a gran parte de la población, con el saludable sesgo del escepticismo. Permitió pensar en un juego de intereses, nada coincidente, con el papel que siempre creyeron que esos medios desempeñaron. Así y todo, todavía hay sectores de perjudicados por la prensa que, mantienen con su compra a su propio enemigo.

En el nuevo escenario ya no son los medios quienes marcan la agenda. Las nuevas voces e interpretaciones del acontecer diario adquieren cada día una mayor autoridad moral, nos referimos a las asociaciones, las Oeneges,  las asambleas barriales, las redes sociales, los pueblos originarios; en definitiva la llamada “comunicación horizontal”


Los nuevos desafíos.

Los tiempos que corren desafían a los medios monopólicos cada vez con mayor enjundia, el colmo de la misma, es: La Ley de radiodifusión tan esperada por millones de voces y conciencias; las razones de su expectativa son: Una que ya no habrá obediencia debida uniforme, seguramente los plegados al dinero no cortarán esa obediencia. Pero surgirán aquellos que no entienden a la noticia como mercancía, entonces y por fin, aparecerán los matices. ¡Más que eso!, los colores. Ya no todo será blanco o negro y, como en la creación, disfrutaremos de un número alto de tonalidades y, podremos reflexionar de manera autónoma, acerca de la verdad que nos parece mas precisa

La queja popular podrá estar en tapa o en las páginas interiores Podrá ocupar uno o dos bloques del noticiero Lo que es seguro es que será publicada, comentada, alabada o criticada pero estará al alcance la vista y del oído de quien quiera ver o escuchar. Y quien quera decir o escribir encontrará espacios concretos y bien dispuestos.

Los medios están llamados a ser, más que nunca, la fuente de responsabilidad, razonabilidad y moderación que custodie el equilibrio en un país tironeado por los intereses encontrados de empresarios cebados por ganancias deshonestas y abundantes, de políticos cuya lectura de este arte es macabra y denigrante, de una prensa espuria y de la buena fe del típico habitante de estas latitudes; en medio de todo eso, la ley de medios permite contraponerle voces sencillas, profundas y democráticas, no es poco...

Los medios tendrán, efectivamente, él cuarto poder, el de equilibrar la efervescente discusión entre una clase dirigente que se niega a renovarse y un pueblo que quiere una profunda renovación. En tal sentido avanza trabajosamente, sabe que debe ingresar a una etapa superior, la de la propuesta y la construcción.


1 comentario:

  1. http://www.facebook.com/anaester.sanchezcamara?ref=profile#!/video/video.php?v=1536544010981
    Simplemente vean esto

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