Bienvenido a Comunicación Política Nacional y Popular





Un abrazo popular y nacional
Osvaldo L Conde







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martes, 14 de diciembre de 2010

Una feliz Navidad “Padre Bergoglio” y “hermanos varios”

Monseñor, con fraternal estima le ruego, en nombre de Cristo, que en ésta Navidad vuelva a la piedad cristiana. Hermanos practicantes de la fe en el nacido eterno para la gloria de Dios, es hora de rogar el santo y efectivo perdón que, este Cristo, siempre da a quienes reconocen sus pecados.

Aquellas expresiones provocativa e injustas dicha en el estrado de los “ganadores” (no hay siquiera uno) han sido arzobispo, una flagrante toma del nombre de Dios en vano. Los motes ofensivos que hermanos de las iglesias cristianas, de cualquier credo, endilgan al ser humano se da de patadas con la suprema y misericordiosa decisión del Creador de compararnos a él.


Misericordia quiero
Queridos jerarcas y sumisos creyentes, suele suceder que tragamos camellos y colamos mosquitos. Que aplaudimos el fraude e insultamos personas. Olvidando que Dios en la Biblia no pide plata ni oro ¡Ruega, repetidamente, misericordia para el prójimo! En su lugar patrocinamos con comentarios, votos y otras bajezas ideológicas la crueldad que proclama el que odia. Odiaron nuestros antepasados fariseos al cristianismo pobre, odiaron los cruzados al cristianismo sincero, odiaron los obispos y cardenales al cristianismo inteligente, odiaron los reformadores principescos a nuestro cristianismo popular. Odiamos cuando perseguimos, estigmatizamos, golpeamos y matamos al otro; mucho más cuando ese otro es más débil, más pobre, más necesitado.
Es hora, hermanos, de volver a Dios; esto no es humillarnos “técnicamente” en el Te Deum, no es patrocinar un charlatán grande como el obelisco que abre y cierra su Biblia como si fuera una lista de precios de ferretería antigua. No es la imagen de una familia tradicional santiguándose cuando una personas de tez morena pasa a su lado. No es Videla asistiendo a misa sin faltar un domingo, Menem mojarse la cabeza para reinventarse cristiano, Macri dando óbolos y estipendios que mantienen haraganes.



Mirar los ojos del nacido en Belén

Es la hora de retomar la fraternidad diseñada por Jesús y no la pretendida por su asesino ideológico: Caifás. De recuperar la templanza. Es hora de escuchar a San Pablo quien nos indica llenar nuestras mentes de todo lo bueno, todo lo justo, todo lo que tiene buen nombre. Es hora de asumirnos como la gloriosa iglesia de Cristo:

Gloriosa en tanto fraterna, gloriosa en tanto solidaria, gloriosa en tanto dignificante

Ya basta de la iglesia organizada desde la oprobiosa camaradería inspirada en conveniencias propias, conveniencias que escandalizan a los pibes, a los pobres, a los honestos, a los esperanzados, a los simples.

Bergoglio y hermanos, que sea la Navidad del Bicentenario la que los vuelva dichosos en Cristo. Las que les permita, por fin, mirar los ojos del niño de Belén con su propio corazón y no como hasta aquí con la pestilente mirada del mercader de la piedad.

jueves, 9 de diciembre de 2010

El discurso presidencial que, en elegantes prendas, apasiona

La profundización de la gestión gubernamental de Cristina no solo es tal en los hechos, sino que desde el primer momento de su gobierno, tal profundización se hace audible y visible en cada discurso que pronuncia.


Discurso que fortalece la identidad del destinatario

Néstor, dijimos en otro lugar, había incorporado el trato personalizado con los destinatarios de sus discursos. Cristina elevó esa misma actitud a la condición identitaria. No son pocas las oportunidades en las que responde cuando es apelada por alguna persona del auditorio con palabras, cantos o imágenes. El elemento principal para que esto suceda es el tono coloquial (conversacional), también lo poseía su esposo. Lo que Cristina logró fue redefinir el perfil del destinatario, la fórmula es tan sencilla como efectiva: “Todos y todas”, “ciudadanos y ciudadanas”, “hombres y mujeres”, “cada uno de nosotros”, “todos y cada uno”.
Otro ejercicio de la oratoria política bien entendida y, a la vez, apasionada que practica Cristina, podemos apreciarlo desde su discurso inaugural del 10 de diciembre de 2007. Desde allí, decidió trocar el clásico formalismo de todos sus antecesores siempre pomposos y sobreactuados no escapó a ello, al menos en su primer discurso, ni siquiera el propio Néstor Kirchner ¿Cómo lo resolvió Cristina?, sumando recursos propios de la Oratoria Política. Uno y principal fue que empleó 23 veces la palabra “creo” y 18 “quiero”; expresiones subjetivas por antonomasia y, que son, la vía lógica para expresar tanto la pasión y cualquier otro tipo de emoción.

Al aspecto anterior necesariamente hemos de sumarle otro que, sí bien es autónomo con respecto a la subjetividad la presenta en toda su plenitud. Los seis presidentes democráticos que antecedieron a CFK, usaron en un promedio de 16 oportunidades el vocablo “Argentina” en sus respectivos discursos de asunción. Cristina lo hizo solo en 4. En cambio, “argentinos” que tiene una connotación identitaria emocional contundente fue dicha, por cada Jefe de Estado, un promedio de 12 oportunidades. Cristina lo hizo en 28.

La diferencia radica en que la primera mujer electa presidenta de la Nación, no solo dijo “argentinos” cuando le habló directamente a quienes conforman la escucha. Lo usó también para reemplazar otras palabras favoritas del discurso de Alfonsín hasta el de Duhalde: “Gobierno”, “Estado”, “República”, “Comunidad Nacional”, etc. Vocablos que, al ser utilizados abundantemente terminan por expresar una irreconciliable y molesta diferencia jerárquica entre el oyente y el orador; lo que para la función del habla pública implica incurrir en uno de los imperdonables errores de la oratoria: la soberbia. Veamos, en la palabra Gobierno es obvio que el titular del mismo siempre está “por encima” de los gobernados, entonces la repetición de dicho término es también –y esto lo complica más- un sobreentendido, las dos características negativas se hacen más evidentes en cada nueva mención de “Gobierno”. Los demás términos citados sufrirán idéntico rechazo. Que un presidente redunde en “República” siendo él el primer magistrado de dicha república, agota. Que el “líder de la comunidad”, insista sin fin, en pronunciar “comunidad nacional”, quita el buen humor. Si quien es el Jefe de Estado, vuelve una y cien veces a mencionar al Estado, cansa.

Discurso que fortalece la empatía con el destinatario

La Sra. de Kirchner al decir argentinos/as con frecuencia y, con ese mismo ritmo, alternar el término con su sinonimia “ciudadano/a” e incluso con “todos y todas”, pone el acento en las convicciones que comparte y no el sitial de privilegio que la “toma de posesión” le dispensa. Lo pasional-emocional que elige deja, en un segundo y alejado plano a lo formal, que es aquella letanía tan temida como repelida por todos. La aliviadora sorpresa para el auditorio que, quien usa de la palabra no tenga planes de discurso formal, depara en la audiencia una aproximación emocional de alta calidad.

Al seguir unos cien discursos de la presidenta desde la tecnología, aparece otro de los rasgos que favorecen su expresión oral. Se puede afirmar con certeza que, la titular el Ejecutivo, prefiere el discurso argumentativo al meramente declarativo. Preferencia que, al compararla con los demás ocupantes de la Casa Rosada por la voluntad popular y más, con la que escogen los otros presidentes regionales, deja al descubierto el acierto de la dama. Pues la totalidad de los aludidos son ostensiblemente declaradores y muy pobremente argumentadores. Un argumento no solo lo es porque tiene comienzo, principio y fin. Está conformado como un llamado, un desafío, una invitación o una convocatoria... Cuestiones todas propias del hemisferio emocional. Sin embargo, ningún argumento sería tal, si no lleva a la racionalización de cuanto se dice. Por lo tanto, lo emocional está en función del raciocinio. Cristina en sus discursos apela al corazón y de allí sube a la mente de sus destinatarios, consiguiendo una empatía singular.

El otro condimento del estilo presidencial es la emisión improvisada a la vez que coherente. Entonces, el discurso se vuelve subjetivo en lo pasional-emocional, pero objetivo en lo coherente-comprobable. Quizás, son los elementos que le hicieron decir al Indio Solari que da gusto tener una presidenta que siempre habla de manera pertinente y sin ayuda de guiones escritos (o soplados).

No debe escaparse la forma como se percibe a sí misma Cristina. Se la advierte afirmada en sus convicciones y objetivos, acciones propias de una persona autónoma y, en paralelo, se la aprecia en duelo por el hombre que amó toda su vida. El detalle aquí es, sin que jamás halla menoscabado la fe en Dios, que Cristina no se encomienda a él ni a ningún otro tipo de poder, reconoce tácitamente que el gobierno nacional es su entera responsabilidad. Desde esta posición, suele decir frases como “voy a contarles”, “me acuerdo de”.
Finalmente, debemos reconocer que la argumentación está dirigida a la racionalidad no solo de su auditorio, también a la de sus opositores; incluyendo a los que padecen de machismo político. La pasión-emoción que experimentan sus seguidores, la suelen vivenciar aunque son sentimientos opuestos sus adversarios. Ocurre porque está construida con los necesarios giros retóricos que desde la subjetividad de los seguidores u opositores, obliga a la reflexión que siempre beneficia al discurso aún cuando sea crítica y hasta despectiva. La parte emisora sigue siendo la que mejores ventajas consigue, pues obliga a quienes “no quisieran oír” a hacerlo y, además, a pensar en lo que dice.


martes, 7 de diciembre de 2010

La oposición Hercúlea

Hercúlea no es palabra de un andaluz chismoso hablando de actividades dudosas de un vecino, lo de andaluz –de allí provienen mis ancestros, amo la región- es por el hábito de su pronunciación que en lugar de el, suelen pronunciar” er...; por otra parte acentuamos la segunda vocal y no la tercera. Hablamos de aquello que el diccionario de la Real Lengua refiere a las cualidades de Hércules, el personaje que tanta fama dio a Homero su creador. Sin embargo no fue solo el autor griego quien aprovechó la fama del forzudo, también lo hizo y, con pingües ganancias, la psicología ¿Por qué, entonces, no lo elegiríamos nosotros para intentar unas pocas reflexiones políticas?


La manera como Freud soñó su hercúleo

Sigmund Freud, dice a manera testimonial en “La Interpretación de los Sueños”: Identificándome con este personaje mitológico (Hércules), me eleva el sueño a la categoría de semidios El llamado “padre del psicoanálisis” refiere así a quien protagonizó, entre un sinnúmero de geniales proezas, la conocida como “Los doce trabajos”.

Hércules, hijo de Zeus y de Alcmena fue un semidios que durante aquellas doce pruebas mortales hubo de enfrentarse, una y otra vez, nada menos que con la ira divina. Desde “El león de Nemea” hasta “Las manzanas de oro” de las Hespérides, que para lograrlas compitió en fueraza y en astucia con el mismísimo Atlas, aquél que se puso el mundo al hombro. Tuvo, el hombre del Peloponeso, enfrentamientos con la Hidra de las siete cabezas que, cada por cada una de la que le cortaba, nacían otras siete. Otras proezas de Hércules nombran a la Hidra de Lerma, el Jabalí de Erimato, las Yeguas (antropófagas) o el Can Cerbero del averno y más. Como vemos, el sueño de Freud lo instalaba en el lugar de un, extraordinariamente poderoso personaje. Tan fantástico como la imaginación de Homero que a su vez, bien puede ser producto de alguien aún mas maravilloso, por ejemplo un anónimo cretense (todos eran poetas o guerreros). Cualquiera sea el genial creador de Hércules merece admiración máxima pero, al parecer, no todos manifestamos la admiración de modo similar. Veamos como sueña de manera hercúlea la oposición política nacional.


La manera como la oposición sueña lo hercúleo de Freud

Para admirar “al Heracles” (así le decían los griegos) no se puede olvidar que, además de sus proezas, mostró en distintas oportunidades una interioridad superpoblada de monstruos que lo impulsaron al crimen, hasta en grado, de filicidio. La mayoría de los psicólogos cuando analizan al personaje clásico, diagnostican que sufría de “pulsiones interiores” motivadas por una pasión desmedida que, puede tanto generar hechos liberadores, como endurecer los barrotes de la celda de su propia autonomía. Ven en Hércules uno de los síntomas del “Trastorno Obsesivo Compulsivo” (TOC), aquél que promueve tormentos y obsesiones que se traducen primero en pensamientos y enseguida en acciones negativas reiterados; incontrolables y bastante perturbadoras para sí y para terceros.

Por la actual oposición política han pasado y conviven diferentes personalidades y, sería blasfemo decir que todos eran o son ineptos. Nosotros, en tanto ciudadanos comunes, en general apreciamos asuntos propios de la moral y la ética pues, por pocos intereses que tengamos en la psicología, seríamos injustos si afirmáramos que nunca vimos rasgos heroicos en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo de Solanas con los matones que le dispararon o en los contenidos de sus bravos mensajes solidarios. No se compadece con nuestra moral ciudadana, olvidar que Carrió se hizo cargo de denuncias de peso específico enorme. No habrá sido fácil para Cobos dejar su partido de toda la vida para acercarse al opositor por excelencia por el camino de la transversalidad. A Duhalde jugarse por un político ignoto como era Néstor Kirchner. Tampoco, fue dato menor, la gestión frente a la intendencia de Rosario de Binner o la entereza de “salir al toro” de Stolbizer. Todos los mencionados y, la lista es más extensa, pueden decir en menor o mayor grado que asumieron un cierto grado de heroísmo. Con la misma sinceridad dejamos claro que, decididamente para nuestro entender quedan afuera de cualquier atisbo heroico: Oportunistas como De Narváez o Alfonsín (h), negligentes como Macri, mediocres como Reutemann o Felipe Solá o destituyentes como la Mesa de Enlace. Tampoco aquí agotamos la lista.


La Hercúlea realidad de la oposición

Sin embargo, volviendo a quienes en algún momento, se pusieron al frente de proyectos o acciones valientes; es primero extraño, después desesperante y finalmente decepcionante ver como Lilita Carrió incineró los archivos de aquellas denuncias en una cama solar de Barrio Norte. Solanas, al sentir que perdía la exclusividad de la confrontación desde una postura nacional y popular, prefirió ganar los votos de universitarios hijos de Franja Morada que, como ya avergüenza semejante nombre, ahora hablan de izquierda-izquierda, produciendo una toma de la universidad a cococho de los secundarios. Universitarios que se pelean fiero por manejar la fotocopiadora de la UBA (de pingües ganancias y poder) sin enterarse que pasa en Hospital Álvarez.

La debilidad que padecía Cobos, ni el más acérrimo enemigo del mendocino, sospechó en los primeros tramos de su participación en el gobierno que era de tal envergadura. Binner deshojando una margarita llamada Carrió, era impresentable al mismo Binner que comandó una mejora indiscutida en la ciudad de la que fue intendente. Otra Margarita, Stolbizer quedó atrapada por la sencilla trampa de la contradicción constante que incorporó Carrió a su vano discurso y, lo que era una seria promesa de heroína conurbana, resulta en una dirigente que todavía no sabe bien cual es su pensamiento político y menos el ideológico que la sustenta.

Observando de cerca de la oposición argentina, es difícil no darle la razón a Freud. Se trata de pulsiones no de convicciones, sí fueran estas últimas controlarían a las primeras, pero no hay posibilidad alguna de moderarlas cuando se desatan en el terreno de la inconciencia social. Allí donde la moral o la ética motorizaba, ahora lo hace el poder y el ego. Incluso, en este aspecto, incorporamos a personajes del periodismo local: Lanata, Castro, Ruiz Guiñazú. También están los que fueron siempre fieles al tormento: Bonelli, Grondona, Morales Solá, Majul...

Políticos y periodistas que construyen mientras destruyen, pronto se transforman en destructores netos, ya no solo de lo propio también de lo ajeno. Es que de tanto tirar abajo su propia obra aprendieron a destruir en el mismo tiempo que desaprendieron construcción. Y cuando alguien es virulento con sus cosas: se perfila como un personaje derrotado y cruel. Sin espejo donde reflejarse, estos peritos en destrucciones, lo hacen cada día con más enjundia, convicción, potencia y perseverancia. Lo definitivamente increíble es que nunca, por golpes y heridas que reciben, asumen –término freudiano- que se trata de ellos mismos y de sus propios objetivos, eso es lo que destruyen cada día y, cada día, con mayor eficacia.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El discurso, en mocasines, que enamora

El discurso político de excelencia muestra la senda y no la encrucijada pues, para la mayoría de las personas, es desde incómodo hasta reprobable que, el guía, se tome el mentón antes de marchar.


Néstor Kirchner un guía siempre en marcha

En la Universidad de Quebec (Canadá) se investigó el discurso de Néstor, para ello, se tomaron doscientas declaraciones claves. También se usaron técnicas estadísticas, principalmente comparativas con otros dos expresidentes: Alfonsín y Menem.

Una primera tendencia marcó que el número de referencias a los vocablos “pueblo” “patria” o “república” eran, menos usados, por el patagónico que por los otros dos. Kirchner prefirió “sociedad” y en ocasiones “gente”; el logro estribó en que el analizado le hablaba a personas –ya sea en grupos (sociedad) lo expresa en la segunda frase de su discurso de asunción e Individuos (gente), en el mismo discurso se evidencia el concepto de democracia en términos de libertad, justicia y ética lugares donde los individuos hacen cierto su poder de decisión.

Otra virtud del presidente 2003-2007 fue elegir el lenguaje conversacional. Forma del decir que, aunque el hablante sea uno solo, su tenor verbal sugerirá respuestas que, se verbalicen o no los integrantes del auditorio se sentirán apelados. En cambio, cuando se privilegia la faz organizacional de la audiencia (república, nación, conglomerado, etc.), el mensaje se interpreta “por elevación” o sea dirigido a la “institución”. Olvidando el orador que un oyente es, primero y sobretodo un individuo y, como tal necesita antes que nada, ser afectado personalmente. Lo institucional será complementario en cualquier discurso político que se precie de tal.


Grandeza Nacional

No sólo los mandatarios argentinos, los del mundo todo tienen en la frase del subtítulo uno de los latiguillos más repetidos. Claro que cada quien reproduce una emoción diferente cuando la citan. Para Alfonsín (regreso de la democracia) “Grandeza Nacional” era un objetivo a alcanzar, siempre y cuando los destinatarios de su discurso estuvieran a la altura de las circunstancias, asunto que debían probar protagonizando “un esfuerzo solidario”. En su discurso de asunción dijo: Los esfuerzos socialmente solidarios deben concentrarse en combatir la extrema pobreza educativa y cultural, “Deben”, verbo en tercera persona, pierde dirección. En cambio, el hombre que vino del Sur, dirá en su primer discurso a la Asamblea: promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. El cambio entre el verbo “deben” y “promoviendo”, no solo activan tiempos distintos, sino que refieren a estadios diferentes, el primero a uno externo e indirecto, el de Kirchner a uno interno y directo.

Carlos Menem usó la frase en tono admonitorio, hablaba de “recuperar la grandeza olvidada y perdida de la Nación”. Hacia de ese modo una alusión elíptica a los años de mandato de Perón y, a la vez, del fracaso de Isabel. Amarga y sorpresivamente, el político con imagen de caudillo criollo, pidió de inmediato socios liberales. Ese fue el instante donde rompió la credibilidad; guiaría de allí en más a la nación si, pero desde el doble discurso y sin citar mas su “convicción” de presidir “una nación llena de grandeza. Fue el primero en desobedecer la admonición.

Aquí, la universidad canadiense agregó a De la Rúa, Duhalde y Rodríguez Saá. El radical prefería decir “hemos tomado la patriótica decisión de ser un gran país” (10 de diciembre de 1999, en la jura frente a la Asamblea Legislativa). Muy pronto, el escándalo en el Senado y su cruento final le dijeron, a sus numerosos votantes, que el presidente creía o sabía muy poco de aquella “patriótica decisión”.

Duhalde fue emotivo: “Se trata de la grandeza de nuestro pueblo, perplejo y maltratado”, sentimiento al que adhirió, su interino seguidor R. Saá, para agregar: “...y la grandeza de nuestros próceres”. De estos dos, el primero no eliminó el “maltrato” sino que lo profundizó cuando esperanzó al pueblo, víctima de corralitos y corralones, diciendo a quienes perdieron sus ahorros que los recuperarían en la misma moneda. La imposibilidad del cumplimiento se advirtió durante la propia alocución, desde allí el lomense pierde, día a día, credibilidad popular. Lo del puntano fue directamente ridículo. Su mención a imitar “héroes” lo descalificó desde la incoherencia, pecado imperdonable en la oratoria política.


Kirchner, el afectuoso de saco cruzado y mocasines al tono

El diferente, otra vez, será Néstor. Lo demostrará en el primer mensaje a la Asamblea Legislativa, lugar ceremonioso que no lo tentó a pronunciar a la contradictoria frase “la grandeza de la patria”; prefirió citar un verso del Himno Nacional “se levante de la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación”. Entonces la gloria no depende del sueño, de la emotividad, de la grandilocuencia de presidente alguno; depende de la patria misma. No lo dice Kirchner, lo dice la canción.

En los discursos posteriores insistió en “un país nuevo”, “una Argentina diferente”. Comparado con la “Argentina potencia” de la pre-dictadura o, la del “primer mundo menemista”, lo del egresado en la UNLP era sumamente modesto, además de simple y cotidiano. Hoy mismos vemos con desencanto la pretensión del gobierno de la ciudad, “Estamos haciendo Buenos Aires”; echando al olvido que ésta capital fue fundada, desarrollada, defendida, protegida una y mil veces. Que incorporó la Universidad y la gratuidad en sus facultades nacionales antes que ninguna en la región. Que fue pionera la industria y el comercio nacional y de América del Sur. De la literatura popular y la académica... La ciudad como la nación ya “está hecha” y no todo lo que hoy se le hace a la urbe lo merece. También este mensaje amarillista –el del “hacemos”- descalifica a los oradores que lo promueven.

Ni primer mundo ni “hacemos Buenos Aires”. El foco del argumento del desaparecido Néstor estaba en verbos como “construir”, la usó paradigmáticamente con el FMI: la Argentina comienza a construir su independencia, También repetía “llevar adelante”; en el discurso del bicentenario en Gral. Madariaga: Hoy estoy contento de estar con ustedes acá en ésta que es su casa, pensando juntos la Argentina, con nuestra simplicidad, sin tratar de decir cosas complicadas que después nadie entiende y nunca se realizan y juntos tratando de llevar todas las cuestiones adelante; e ir corrigiendo, si nos equivocamos rápidamente corregir y seguir adelante. En otras oportunidades prefería la frase “con mucha fuerza”, como en mayo de este año en Córdoba: Estamos en tiempos de gobernar y de hacerlo con mucha fuerza. Como vemos se confirma en este breve párrafo no solo lo de la frase, sino otros apuntes del estudio canadiense, incluyendo las expresiones retroalimentarías: “ustedes”, “nosotros”, “todos”.


Argentina en clave popular

Tampoco olvidaba en sus discursos subrayar el caudal simbólico de una política nacional y popular, para ello insistía en términos como “ganas”, “autoestima” y “cariño”. Más tarde, será protagonista junto a Cristina de “la plaza del amor”.

Kirchner se separaba del discurso populista; la evidencia estaba en que jamás ocupó el rol de “gran hermano” quien dice “amar” y “comprender” al pueblo; además de la necesaria falacia de cumplir estas dos acciones con todo un pueblo, de nuevo es una frase apenas efervescente.

Néstor decía su amor en forma comprometida y lo pedía del mismo modo. No pasará rápido de la memoria popular el 25 de mayo de 2006, cuando expresó: Muchísimas gracias a todos, los amo y fuerza. Claro que aquella alocución no tiene desperdicio para aclarar el lenguaje de Kirchner. Lo que sigue es un posible extracto: Mi sueño es ayudar a construir una Argentina cada vez más plural, una Argentina que consolide la reconstrucción, una Argentina donde los trabajadores, los empresarios, los intelectuales, todas las fuerzas libres de la sociedad puedan construir el espacio que necesitamos. Tenemos que recuperar esa vocación de cambio, esa vocación transgresora que tuvo durante muchísimo tiempo la sociedad argentina. Por eso, queridos argentinos y argentinas, levantemos la bandera de la Patria, levantemos nuestro escudo, levantemos la Argentina, levantemos la Patria grande, levantemos a América latina, levantemos a nuestros hermanos desaparecidos, levantemos la reconstrucción de una Argentina con todos, levantemos la convivencia, levantemos la ciudadanía, levantemos la diversidad, levantemos la pluralidad, tomémonos de la mano y caminemos por la avenida de la Patria abrazados por un nuevo país.

En toda la gestión de Néstor Kirchner se puede escuchar, mucho más que en Menem y Alfonsín, el nombre del país. Un acierto definitivo, pues cuando la comunidad nacional se nombra, el síntoma inequívoco es de patriotismo. Si la mención es del más alto mandatario el tal profundiza su compromiso con el pueblo. En el caso que nos ocupa Armony, 2005 nos recuerda que mencionar el nombre de la patria en contextos como los que eligió Kirchner, debe se acompañado de otros términos a los que Néstor no eludió: “Construcción”, “inserción”, “inclusión” entre varias otras virtudes que el país comenzó y continúa incorporando

Se sabe que un verdadero amante, Néstor lo era, no desespera de tiempos; los ocupa en la frecuencia que aparecen, no se adueña de espacios incómodos, está cuando y donde debe. No exige resoluciones apenas finaliza su abordamiento; cree en la libertad de su interlocutor/a. Muchos hoy se sorprenden por la capacidad “querible” y por la cantidad de “queridos” que tenía el ex presidente. Parte vital de la respuesta está en su don, uno que no abunda en política: Saber enamorar al pueblo.