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Osvaldo L Conde







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jueves, 9 de diciembre de 2010

El discurso presidencial que, en elegantes prendas, apasiona

La profundización de la gestión gubernamental de Cristina no solo es tal en los hechos, sino que desde el primer momento de su gobierno, tal profundización se hace audible y visible en cada discurso que pronuncia.


Discurso que fortalece la identidad del destinatario

Néstor, dijimos en otro lugar, había incorporado el trato personalizado con los destinatarios de sus discursos. Cristina elevó esa misma actitud a la condición identitaria. No son pocas las oportunidades en las que responde cuando es apelada por alguna persona del auditorio con palabras, cantos o imágenes. El elemento principal para que esto suceda es el tono coloquial (conversacional), también lo poseía su esposo. Lo que Cristina logró fue redefinir el perfil del destinatario, la fórmula es tan sencilla como efectiva: “Todos y todas”, “ciudadanos y ciudadanas”, “hombres y mujeres”, “cada uno de nosotros”, “todos y cada uno”.
Otro ejercicio de la oratoria política bien entendida y, a la vez, apasionada que practica Cristina, podemos apreciarlo desde su discurso inaugural del 10 de diciembre de 2007. Desde allí, decidió trocar el clásico formalismo de todos sus antecesores siempre pomposos y sobreactuados no escapó a ello, al menos en su primer discurso, ni siquiera el propio Néstor Kirchner ¿Cómo lo resolvió Cristina?, sumando recursos propios de la Oratoria Política. Uno y principal fue que empleó 23 veces la palabra “creo” y 18 “quiero”; expresiones subjetivas por antonomasia y, que son, la vía lógica para expresar tanto la pasión y cualquier otro tipo de emoción.

Al aspecto anterior necesariamente hemos de sumarle otro que, sí bien es autónomo con respecto a la subjetividad la presenta en toda su plenitud. Los seis presidentes democráticos que antecedieron a CFK, usaron en un promedio de 16 oportunidades el vocablo “Argentina” en sus respectivos discursos de asunción. Cristina lo hizo solo en 4. En cambio, “argentinos” que tiene una connotación identitaria emocional contundente fue dicha, por cada Jefe de Estado, un promedio de 12 oportunidades. Cristina lo hizo en 28.

La diferencia radica en que la primera mujer electa presidenta de la Nación, no solo dijo “argentinos” cuando le habló directamente a quienes conforman la escucha. Lo usó también para reemplazar otras palabras favoritas del discurso de Alfonsín hasta el de Duhalde: “Gobierno”, “Estado”, “República”, “Comunidad Nacional”, etc. Vocablos que, al ser utilizados abundantemente terminan por expresar una irreconciliable y molesta diferencia jerárquica entre el oyente y el orador; lo que para la función del habla pública implica incurrir en uno de los imperdonables errores de la oratoria: la soberbia. Veamos, en la palabra Gobierno es obvio que el titular del mismo siempre está “por encima” de los gobernados, entonces la repetición de dicho término es también –y esto lo complica más- un sobreentendido, las dos características negativas se hacen más evidentes en cada nueva mención de “Gobierno”. Los demás términos citados sufrirán idéntico rechazo. Que un presidente redunde en “República” siendo él el primer magistrado de dicha república, agota. Que el “líder de la comunidad”, insista sin fin, en pronunciar “comunidad nacional”, quita el buen humor. Si quien es el Jefe de Estado, vuelve una y cien veces a mencionar al Estado, cansa.

Discurso que fortalece la empatía con el destinatario

La Sra. de Kirchner al decir argentinos/as con frecuencia y, con ese mismo ritmo, alternar el término con su sinonimia “ciudadano/a” e incluso con “todos y todas”, pone el acento en las convicciones que comparte y no el sitial de privilegio que la “toma de posesión” le dispensa. Lo pasional-emocional que elige deja, en un segundo y alejado plano a lo formal, que es aquella letanía tan temida como repelida por todos. La aliviadora sorpresa para el auditorio que, quien usa de la palabra no tenga planes de discurso formal, depara en la audiencia una aproximación emocional de alta calidad.

Al seguir unos cien discursos de la presidenta desde la tecnología, aparece otro de los rasgos que favorecen su expresión oral. Se puede afirmar con certeza que, la titular el Ejecutivo, prefiere el discurso argumentativo al meramente declarativo. Preferencia que, al compararla con los demás ocupantes de la Casa Rosada por la voluntad popular y más, con la que escogen los otros presidentes regionales, deja al descubierto el acierto de la dama. Pues la totalidad de los aludidos son ostensiblemente declaradores y muy pobremente argumentadores. Un argumento no solo lo es porque tiene comienzo, principio y fin. Está conformado como un llamado, un desafío, una invitación o una convocatoria... Cuestiones todas propias del hemisferio emocional. Sin embargo, ningún argumento sería tal, si no lleva a la racionalización de cuanto se dice. Por lo tanto, lo emocional está en función del raciocinio. Cristina en sus discursos apela al corazón y de allí sube a la mente de sus destinatarios, consiguiendo una empatía singular.

El otro condimento del estilo presidencial es la emisión improvisada a la vez que coherente. Entonces, el discurso se vuelve subjetivo en lo pasional-emocional, pero objetivo en lo coherente-comprobable. Quizás, son los elementos que le hicieron decir al Indio Solari que da gusto tener una presidenta que siempre habla de manera pertinente y sin ayuda de guiones escritos (o soplados).

No debe escaparse la forma como se percibe a sí misma Cristina. Se la advierte afirmada en sus convicciones y objetivos, acciones propias de una persona autónoma y, en paralelo, se la aprecia en duelo por el hombre que amó toda su vida. El detalle aquí es, sin que jamás halla menoscabado la fe en Dios, que Cristina no se encomienda a él ni a ningún otro tipo de poder, reconoce tácitamente que el gobierno nacional es su entera responsabilidad. Desde esta posición, suele decir frases como “voy a contarles”, “me acuerdo de”.
Finalmente, debemos reconocer que la argumentación está dirigida a la racionalidad no solo de su auditorio, también a la de sus opositores; incluyendo a los que padecen de machismo político. La pasión-emoción que experimentan sus seguidores, la suelen vivenciar aunque son sentimientos opuestos sus adversarios. Ocurre porque está construida con los necesarios giros retóricos que desde la subjetividad de los seguidores u opositores, obliga a la reflexión que siempre beneficia al discurso aún cuando sea crítica y hasta despectiva. La parte emisora sigue siendo la que mejores ventajas consigue, pues obliga a quienes “no quisieran oír” a hacerlo y, además, a pensar en lo que dice.


1 comentario:

  1. Excelente análisis, Osvaldo. Te felicito!!
    Tocás puntos que vemos en acción, pero que no habíamos analizado en su funcionamiento retórico.
    Creo que hasta sus adversarios más acérrimos deben admitir que los discursos de Cristina son magistrales. Lo que más asombra es que parecen improvisados, ya que no recurre a apuntes, ni siquiera para la enorme cantidad de cifras en que suele basar sus argumentos. A mí particularmente, no deja de asombrarme cada vez que la escucho.
    Gracias por compartir este análisis tan fino.
    Cris

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