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Osvaldo L Conde







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viernes, 3 de diciembre de 2010

El discurso, en mocasines, que enamora

El discurso político de excelencia muestra la senda y no la encrucijada pues, para la mayoría de las personas, es desde incómodo hasta reprobable que, el guía, se tome el mentón antes de marchar.


Néstor Kirchner un guía siempre en marcha

En la Universidad de Quebec (Canadá) se investigó el discurso de Néstor, para ello, se tomaron doscientas declaraciones claves. También se usaron técnicas estadísticas, principalmente comparativas con otros dos expresidentes: Alfonsín y Menem.

Una primera tendencia marcó que el número de referencias a los vocablos “pueblo” “patria” o “república” eran, menos usados, por el patagónico que por los otros dos. Kirchner prefirió “sociedad” y en ocasiones “gente”; el logro estribó en que el analizado le hablaba a personas –ya sea en grupos (sociedad) lo expresa en la segunda frase de su discurso de asunción e Individuos (gente), en el mismo discurso se evidencia el concepto de democracia en términos de libertad, justicia y ética lugares donde los individuos hacen cierto su poder de decisión.

Otra virtud del presidente 2003-2007 fue elegir el lenguaje conversacional. Forma del decir que, aunque el hablante sea uno solo, su tenor verbal sugerirá respuestas que, se verbalicen o no los integrantes del auditorio se sentirán apelados. En cambio, cuando se privilegia la faz organizacional de la audiencia (república, nación, conglomerado, etc.), el mensaje se interpreta “por elevación” o sea dirigido a la “institución”. Olvidando el orador que un oyente es, primero y sobretodo un individuo y, como tal necesita antes que nada, ser afectado personalmente. Lo institucional será complementario en cualquier discurso político que se precie de tal.


Grandeza Nacional

No sólo los mandatarios argentinos, los del mundo todo tienen en la frase del subtítulo uno de los latiguillos más repetidos. Claro que cada quien reproduce una emoción diferente cuando la citan. Para Alfonsín (regreso de la democracia) “Grandeza Nacional” era un objetivo a alcanzar, siempre y cuando los destinatarios de su discurso estuvieran a la altura de las circunstancias, asunto que debían probar protagonizando “un esfuerzo solidario”. En su discurso de asunción dijo: Los esfuerzos socialmente solidarios deben concentrarse en combatir la extrema pobreza educativa y cultural, “Deben”, verbo en tercera persona, pierde dirección. En cambio, el hombre que vino del Sur, dirá en su primer discurso a la Asamblea: promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. El cambio entre el verbo “deben” y “promoviendo”, no solo activan tiempos distintos, sino que refieren a estadios diferentes, el primero a uno externo e indirecto, el de Kirchner a uno interno y directo.

Carlos Menem usó la frase en tono admonitorio, hablaba de “recuperar la grandeza olvidada y perdida de la Nación”. Hacia de ese modo una alusión elíptica a los años de mandato de Perón y, a la vez, del fracaso de Isabel. Amarga y sorpresivamente, el político con imagen de caudillo criollo, pidió de inmediato socios liberales. Ese fue el instante donde rompió la credibilidad; guiaría de allí en más a la nación si, pero desde el doble discurso y sin citar mas su “convicción” de presidir “una nación llena de grandeza. Fue el primero en desobedecer la admonición.

Aquí, la universidad canadiense agregó a De la Rúa, Duhalde y Rodríguez Saá. El radical prefería decir “hemos tomado la patriótica decisión de ser un gran país” (10 de diciembre de 1999, en la jura frente a la Asamblea Legislativa). Muy pronto, el escándalo en el Senado y su cruento final le dijeron, a sus numerosos votantes, que el presidente creía o sabía muy poco de aquella “patriótica decisión”.

Duhalde fue emotivo: “Se trata de la grandeza de nuestro pueblo, perplejo y maltratado”, sentimiento al que adhirió, su interino seguidor R. Saá, para agregar: “...y la grandeza de nuestros próceres”. De estos dos, el primero no eliminó el “maltrato” sino que lo profundizó cuando esperanzó al pueblo, víctima de corralitos y corralones, diciendo a quienes perdieron sus ahorros que los recuperarían en la misma moneda. La imposibilidad del cumplimiento se advirtió durante la propia alocución, desde allí el lomense pierde, día a día, credibilidad popular. Lo del puntano fue directamente ridículo. Su mención a imitar “héroes” lo descalificó desde la incoherencia, pecado imperdonable en la oratoria política.


Kirchner, el afectuoso de saco cruzado y mocasines al tono

El diferente, otra vez, será Néstor. Lo demostrará en el primer mensaje a la Asamblea Legislativa, lugar ceremonioso que no lo tentó a pronunciar a la contradictoria frase “la grandeza de la patria”; prefirió citar un verso del Himno Nacional “se levante de la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación”. Entonces la gloria no depende del sueño, de la emotividad, de la grandilocuencia de presidente alguno; depende de la patria misma. No lo dice Kirchner, lo dice la canción.

En los discursos posteriores insistió en “un país nuevo”, “una Argentina diferente”. Comparado con la “Argentina potencia” de la pre-dictadura o, la del “primer mundo menemista”, lo del egresado en la UNLP era sumamente modesto, además de simple y cotidiano. Hoy mismos vemos con desencanto la pretensión del gobierno de la ciudad, “Estamos haciendo Buenos Aires”; echando al olvido que ésta capital fue fundada, desarrollada, defendida, protegida una y mil veces. Que incorporó la Universidad y la gratuidad en sus facultades nacionales antes que ninguna en la región. Que fue pionera la industria y el comercio nacional y de América del Sur. De la literatura popular y la académica... La ciudad como la nación ya “está hecha” y no todo lo que hoy se le hace a la urbe lo merece. También este mensaje amarillista –el del “hacemos”- descalifica a los oradores que lo promueven.

Ni primer mundo ni “hacemos Buenos Aires”. El foco del argumento del desaparecido Néstor estaba en verbos como “construir”, la usó paradigmáticamente con el FMI: la Argentina comienza a construir su independencia, También repetía “llevar adelante”; en el discurso del bicentenario en Gral. Madariaga: Hoy estoy contento de estar con ustedes acá en ésta que es su casa, pensando juntos la Argentina, con nuestra simplicidad, sin tratar de decir cosas complicadas que después nadie entiende y nunca se realizan y juntos tratando de llevar todas las cuestiones adelante; e ir corrigiendo, si nos equivocamos rápidamente corregir y seguir adelante. En otras oportunidades prefería la frase “con mucha fuerza”, como en mayo de este año en Córdoba: Estamos en tiempos de gobernar y de hacerlo con mucha fuerza. Como vemos se confirma en este breve párrafo no solo lo de la frase, sino otros apuntes del estudio canadiense, incluyendo las expresiones retroalimentarías: “ustedes”, “nosotros”, “todos”.


Argentina en clave popular

Tampoco olvidaba en sus discursos subrayar el caudal simbólico de una política nacional y popular, para ello insistía en términos como “ganas”, “autoestima” y “cariño”. Más tarde, será protagonista junto a Cristina de “la plaza del amor”.

Kirchner se separaba del discurso populista; la evidencia estaba en que jamás ocupó el rol de “gran hermano” quien dice “amar” y “comprender” al pueblo; además de la necesaria falacia de cumplir estas dos acciones con todo un pueblo, de nuevo es una frase apenas efervescente.

Néstor decía su amor en forma comprometida y lo pedía del mismo modo. No pasará rápido de la memoria popular el 25 de mayo de 2006, cuando expresó: Muchísimas gracias a todos, los amo y fuerza. Claro que aquella alocución no tiene desperdicio para aclarar el lenguaje de Kirchner. Lo que sigue es un posible extracto: Mi sueño es ayudar a construir una Argentina cada vez más plural, una Argentina que consolide la reconstrucción, una Argentina donde los trabajadores, los empresarios, los intelectuales, todas las fuerzas libres de la sociedad puedan construir el espacio que necesitamos. Tenemos que recuperar esa vocación de cambio, esa vocación transgresora que tuvo durante muchísimo tiempo la sociedad argentina. Por eso, queridos argentinos y argentinas, levantemos la bandera de la Patria, levantemos nuestro escudo, levantemos la Argentina, levantemos la Patria grande, levantemos a América latina, levantemos a nuestros hermanos desaparecidos, levantemos la reconstrucción de una Argentina con todos, levantemos la convivencia, levantemos la ciudadanía, levantemos la diversidad, levantemos la pluralidad, tomémonos de la mano y caminemos por la avenida de la Patria abrazados por un nuevo país.

En toda la gestión de Néstor Kirchner se puede escuchar, mucho más que en Menem y Alfonsín, el nombre del país. Un acierto definitivo, pues cuando la comunidad nacional se nombra, el síntoma inequívoco es de patriotismo. Si la mención es del más alto mandatario el tal profundiza su compromiso con el pueblo. En el caso que nos ocupa Armony, 2005 nos recuerda que mencionar el nombre de la patria en contextos como los que eligió Kirchner, debe se acompañado de otros términos a los que Néstor no eludió: “Construcción”, “inserción”, “inclusión” entre varias otras virtudes que el país comenzó y continúa incorporando

Se sabe que un verdadero amante, Néstor lo era, no desespera de tiempos; los ocupa en la frecuencia que aparecen, no se adueña de espacios incómodos, está cuando y donde debe. No exige resoluciones apenas finaliza su abordamiento; cree en la libertad de su interlocutor/a. Muchos hoy se sorprenden por la capacidad “querible” y por la cantidad de “queridos” que tenía el ex presidente. Parte vital de la respuesta está en su don, uno que no abunda en política: Saber enamorar al pueblo.

1 comentario:

  1. Excelente análisis de los discursos, muy buenos, realmente. Felicitaciones.
    Me encantó como yapa, la alusión al AMOR: creo que tanto Néstor como Cristina, son gobernantes que despiertan éso: AMOR...
    Por eso yo también lo expresé en mi blog. Carente de absoluto rigor teórico, salió de las entrañas, que es asi como lo preñaron Néstor y Cristina:
    http://pulenta-con-pajaritos.blogspot.com/2010/11/necesito-decirte.html
    Ya te sigo, amigo.

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