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Osvaldo L Conde







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jueves, 21 de julio de 2011

Comenzó la campaña por las primarias, crecen los colmillos




Clarín vuelve a enrarecer el ambiente con el pútrido olor de pescado podrido



Es fácil ser gurú de la política argentina todos podemos intentar discernir sucesos del futuro inmediato. Más o menos, sabemos que después de tres o cuatro años de un gobierno determinado se deteriora la imagen de sus protagonistas, se complica la economía, se quiebran alianzas y se construyen otras, las manifestaciones son cada vez más agresivas y multitudinarias y, el rumor de golpe de estado institucional corre por las calles del país. Todo esto los capitostes neocapitalistas lo resumen en una sola frase siempre dicha de puertas adentro: “La yegua se cae”. Un detalle, lo dicen desde el 2007. Clarín, de todos modos, continuará mintiendo.

Mientras halla elecciones habrá cagatintas


En el mismo tiempo que hablan de unidad, democracia, apoyo mutuo incondicional o desean –en público- (¿para la gilada?) paz, prosperidad y cumplimiento generoso de los plazos presidenciales y hasta una suerte de guiño asociativo a la Presidenta, apuestan a una pretendida debilidad del poder. Una de eos arteros zarpasos que dan, mientras ponen cara de paz y amor o de fe consagrada, fue el asestado el día del voto fóbico o cóbico.

Lo que no logran entender los hijos putativos de Magnetto, Noble tiene otros, es que a partir de ese momento se produce en ellos un cambio extraño y hasta metafísico: Cambian su modo de vestir aún cuando usen la misma ropa. Ya no se los ve el traje sino capas negras, no son vestidos sino sotanas de sectas satánicas las que visten. La metamorfosis es también facial: La dentadura se les emblanquece y les crecen desmedidamente los incisivos. Los calvos aparecen en ésta óptica ilusiva con nuevos montículos de un espléndido y renegrido pelaje. Se encienden de rojo sus miradas y, la pétrea sonrisa política que siempre ostentaron, incorpora una atemorizadora mueca sarcástica. Lo mas inquietante es que ya no toman vino, solo pueden calmar sus ansias con sangre y en esto no son selectivos, les cae de maravillas la humana, tanto como la virtual.

No debemos minimizar la paciencia y sensibilidad con la que actúan durante los tiempos previos a su vampirización. Soportan reveses donde más les duele: el ego. Improvisan respuestas derrotistas disfrazadas de humor. Se tragan la iracundia que les cae al estómago mucho más pesada que los sapos, pues se la produce un menú insoportable como ofensivos números de votantes. Su estado beligerante los pulsa a cometer errores imposibles para sus trayectorias y experiencias. En un instante -tiempo suficiente- el aplomado político o política sufre la furibunda metamorfosis y, se convierte en caníbal, de su propia especie.


Un auténtico círculo vicioso

La secuencia no es lineal sino circular. La imagen es una gran esfera conformada por todos los partidos nostálgicos del poder y otros ansiosos por arrebatarlo que, al estilo de Hansel y Gretel, creen que la casita blanca de la bruja (léase en su lenguaje: “rosa y “yegua”) la perciben como una gran golosina, si la arrebataran, pronto las llemas de sus dedos se enancharía a medidas inimaginables.

Lo otro y, más importante, es que ese relato que duhaldes o binners carrios o saaes crean, leen, recitan y finalmente creen queda en letra de moldes que les regala graciosamente el periodismo oligopólico. Los fabuladores mas conocidos de esos pasquines, nos cuentan este horrible cuento diciendo que tales monstruos deseosos de muertes, golpes, armas y palos no lo son, sino que se trata de alegres salvadores de la patria. No dicen, estos escribas que, como a ellos, lo manejan los dueños del dinero.

¿Quién se queda con el poder?, ¿zafa la víctima principal a la que le apuntan o finalmente el victimario de turno logra dar el mordisco tan artero? Ocho años dicen no solo que un Gobierno popular zafa, sino que da lecciones de integridad y coherencia. Entonces, esos mismos políticos metamorfoseados, sucumben en su propia salsa (chirle y verdosa) no roja y saludable, De allí que su sed desesperada les urja un banquete orgiástico de la sangre roja pasional del pueblo.

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