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Parece, por lo menos inoportuno, culpar al ciudadano de Buenos Aires por la derrota de una fuerza nacional y popular. Todos los que aquí habitamos, más un importante número de connacionales en el país, tenemos en mente el perfil de cada uno de los grupos sociales que habitaron, desde siempre, la Ciudad Capital y de quienes se acercaron a sus entrañas en los últimos años
Perfiles Porteños
Un primer estándar lo marca “el nacido y criado en las calles de los cien barrios porteños”, ese que amó el tango y la milonga, después el rock y la cumbia, hoy reconoce a variados estilos y tribus. Amó a la ancha Corrientes y no desprecia a la angosta. A cada una de las avenidas: la más larga y la más ancha del mundo, “al escritorio de Dios”. Todos los estrenos cinematográficos, teatrales, futboleros, danzantes, el arte elitista y el otro. La ciudad donde se vieron los primeros “ravioles de cocó y morfina” y legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. La de la discusión callejera que, muy pocas veces, llega al intercambio de trompadas...
Otro colectivo humano de Buenos Aires lo formó, desde siempre, el “aporteñado” quien alguna vez fue “cabecita negra” según lo estigmatizaba el descripto en el párrafo anterior. Dedicado a los trabajos menores, prontos para habitar los barrios menos favorecidos, carentes de formación profesional. Con enfermedades siempre más intensas, irrecuperables, trágicas. Sus alegrías menos duraderas, atemorizantes, burdas. Un típico ciudadano de segunda con ansiedad ilimitada de “parecerse” al oriundo.
El “limítrofe”, que encuentra las primeras decepciones en las oficinas migratorias, donde soporta burlas, desprecios, desigualdades de todo tipo. Que continuará siendo rechazado en obras de construcción, fábricas, escuelas, universidades, barriadas y otros conglomerados conformados, ahora, por los de los dos perfiles anteriores
El oriental que, sea cual fuere su país de origen, siempre será “ponja” o “chinito”. “Amarillo”... lo más suave que escuche como ofensa. Indisimulados gestos de inaceptación, insultos despiadados aprovechando la distancia casi inalcanzable entre su idioma y el nuestro. Rusos, serbios, ucranianos y otros urgidos por dejar sus naciones también sentirán el rigor de la soberbia porteña aunque eso estará, en directa proporción, con el color de su piel y de su pelo.
Un Ecuatoriano
Durán Barba conoce el país y, sobretodo Buenos Aires, desde sus épocas de estudiante de teología de la liberación bajo el tutelaje del íntegro Enrique Dussel y otros exponentes regionales de una de las mejores ideas sociales que ocurrieron aquí durante el Siglo XX. Durán Barba, se desprendió de aquella vocación y, abrazó otra, la de asesor de imagen. Después de varios éxitos y algunas derrotas en este nuevo terreno aterrizó al bunker del Pro, les dijo como éramos, como eran los propios militantes del nuevo partido (¿político?). Eso si, utilizó para su tarea la parte del oficio que otra teología, no la de la liberación; sino la de Zeus y había conocido en la bibliografía de Dussel.
A los porteños nacidos y criados les contó que los medios de mayor rating siempre dicen la verdad, porque en su nueva religión “verdad” es cantidad, es decir decidió asumirse como un sacerdote de la Pragmática dispuesto a arriesgar, hasta su propia vida, por defenderla. Varios en el Pro pidieron su cabeza, posibles aliados se separaron, personajes que él mismo utilizó y lo idolatraron se le volvieron sus peores anatemas (Michetti, dixit), el propio rey Midas del movimiento sospechó del prior-consultor. El consagrado al icono siguió adelante: Les dijo quienes eran los nuevos “cabecitas negras”, les contó lo del paco y la birra; de la bailanta y la explotación, de la falta de vivienda y de crédito. No se olvidó de los orientales. Son trabajadores, explicó, cerrados o mafiosos y expansivos. Menos aún dejó de informarles como era el porteño tipo. Si la virtud del icono es reemplazar mil palabras, Durán se ahorró ciento de miles ilustrando la obviedad, power point mediante, con escenas de máxima cotidianeidad capitalina.
Como ve, el asesor dijo todo lo que se sabe. Por ejemplo, cada integrante del Pro desde mucho tiempo, desde antes de la fundación del ahora multicolor producto de consumo. Pero, no solo lo dijo a sus contratantes, también a quienes no pertenecen al Pro, es más, sin intención se lo contó a todos sus opositores incluyendo al Frente Para la Victoria.
Victoria
Y ganó el Pro de Durán Barba, verdadero padre de la Victoria. Que un sujeto falto de toda sensibilidad social, cultural y humanística como el ingeniero Mauricio Macri o la mayoría de su séquito íntimo que, desde puertas adentro llaman nueve de cada diez veces “Yegua” a la Presidenta, “negros de mierda” a cualquiera que simpatice con el Gobierno Nacional u a otros proletarios aún los que pertenecen a sus filas, gane una elección a un candidato que es su opuesto implica que el Frente Para la Victoria -que perdió- no habló como Hermes, es decir interpretando al sujeto, habló de si mismo como ciertos sacerdotes y pastores aplazados en hermenéutica. Habló de las razones por las que “nosotros debemos debatir”, “nosotros podemos hacer lo que Macri no hizo”, “nosotros tenemos un referente extraordinario: Cristina, que ellos no tienen”, “nosotros tenemos una fuerza juvenil masiva”.
Mientras, Durán exigía a los suyos un léxico simple y directo: “Vos sos bienvenido”, “Juntos venimos bien” no mucho mas, incluso ambas frases fueron los únicos disparadores que utilizó, en su breve discurso mas devocional que político, el magnate dueño aunque no estratega, del partido. Tampoco agregó violencia verbal, ni angustia gestual... (todo eso lo hace donde se lavan los trapitos)
¿Segunda vuelta?, será una extensión de la victoria de Jaime Durán Barba. Para otra ocasión estará bueno hablar de y a la gente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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Osvaldo L Conde
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