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Osvaldo L Conde







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jueves, 23 de junio de 2011

Debate, la mediación es decisiva







Como sabemos uno de los primeros en usar el debate como herramienta de la Comunicación Política, fue Abraham Lincoln. Precisamente sus alegatos a favor de la liberación de la esclavitud en EEUU se realizaron por ese medio, otorgándole un triunfo temático y sistemático. A partir de Lincoln, los políticos norteamericanos asumen el arte de debatir como instrumento imprescindible de la gestión política.


Precisamente, en el mismo país, en la década del 60, sucede otro “primer debate”, en este caso el de la TV. Sus protagonistas: Kennedy y Nixon "Casi 70 millones de estadounidenses pensaban que aquel histórico debate televisado no podía ir peor para el vicepresidente Richard Nixon. Sin maquillar, torpe, con el rastro de una horrible barba de dos días, lento de reflejos... Frente a él, el joven senador Kennedy parecía sentirse seguro de sí mismo, ágil en sus respuestas, agresivo, cien por cien presidencial. Los espectadores pudieron observar atónitos cómo en los planos de transición, Nixon sudaba copiosamente y se enjuagaba la frente. Sin duda, los asesores de Kennedy habían presionado para subir la calefacción en el plató y aprovecharse de la ansiedad transpiratoria de su rival.


Los radioyentes, sin embargo, pensaban de forma muy distinta. Para ellos, el vicepresidente contestaba a las preguntas con más aplomo que el candidato demócrata y había hecho valer su mayor experiencia política. Lo que marcaba la diferencia de criterio era, por supuesto, el lenguaje corporal de ambos."[1]


A partir de allí, el formato se traslada a los demás países de Occidente con éxito dispar. Entre los más escasos estamos nosotros. En Argentina, inaugurarán la puja Dante Caputo y Vicente Saadi en 1984, con del conflicto con Chile sobre el Beagle, pero el género quedó trunco: nunca se llegó a un debate presidencial


Al final de los 80 aborta un nuevo debate, los contendientes eran Menem y Angelos, el tema las presidenciales. Menem deja su silla vacía, imagen que se usa aún para referirse a ausencias intencionadas. No son trascendentes los debates suscitados entre 


Cavallo y Terragno y moderados por Bernardo Neustadt. Más cercano es el que realizaron Cavallo e Ibarra, cuando el ex ministro de economía dio rienda suelta a una agresividad tan grave como improcedente, con lo que perjudica ostensiblemente su propia posición. Desde allí, López Murphy, Macri y pocos más son los que realmente demuestran voluntad para este tipo de presentaciones. Pero  el formato televisivo sigue siendo poco confiable para los políticos argentinos en general.


Es recomendable que el periodismo vernáculo produzca –pues el interes de la audiencia por los debates es evidente-una adaptación del debate norteamericano pensado para dos actores, con diferencias claras y actitud frontal. Donde el Moderador, tiene la parte principal de su rol, en no permitir “reconciliaciones” o palabras suaves entre los debatientes, sino que la riqueza de las exposiciones nacen de la pasión e inteligencia con la que cada uno argumenta frente al otro, beneficiándose sobretodo el telespectador.

De toda maneras, la figura del “debater”, originalmente encarnada por John Kennedy, joven y apuesto, particularidades que sobresalían mas al comparársele, al sudado y abatido Nixon, impone desde el vamos la imagen de este nuevo personaje que en el escenario político vino a quedarse por mucho tiempo, Giovanni Sartori menciona a Negroponte, cuando en 1995 decía “El futuro será nada más y nada menos que industria electrónica”. Es el futuro que en su presente se hace carne en la televisión, ahora lo dice el propio Sartori: “La televisión es explosiva porque destrona a los llamados líderes intermedios de opinión, y porque se lleva por delante la multiplicidad de “autoridades cognitivas que establece de manera diferente, para cada uno de nosotros, a quien debemos creer, quien es digno de crédito y quien no lo es. Con la televisión, al autoridad es la visión en sí misma, es la autoridad de la imagen”[2]

Esa imagen es la que los nuevos consultores proponen, y la que las audiencias prefieren; sin embargo  “la intrusión de los medios en la vida privada, así como el énfasis que pone la cobertura mediática en los candidatos que poseen mas posibilidades de ganar, le quitan a los partidos políticos la función de seleccionar las personalidades políticas que les corresponderían o que les corresponden”[3]

Para quienes deben decidir como políticos, periodistas o electores; la situación es oscura ¿Privilegiar la imagen y su superficialidad necesaria, o las ideas y su profundidad? ¿Hallaremos un sendero medio?.



[1] Todopolitica.com
[2] “Homo Videns”, p. 73
[3] Anne
Anne Marie Gingras en “Comunicación Política”, en los Apuntes del taller de Actualización en Periodismo Político 

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